
Cuenta la leyenda que hubo una ocasión en la que perdió la paciencia y que sus gritos y juramentos llovieron sobre la orquesta como puñales, pero nunca nadie pudo demostrarlo o probarlo. No hay pruebas ni las habrá. Porque José Manuel Queijo, jefe de producción de la Orquesta Sinfónica de Galicia tiene su sistema nervioso cableado en acero valyrio y no hay previsión alguna de que siquiera le llegue siquiera a temblar el pulso ni en la mayor de las zozobras.
Cuenta la leyenda que en una ocasión levitó en llamas y a treinta y cinco centímetros del suelo tras entusiasmarse en una charla en la que hablaba de su trabajo. Pero de ello tampoco hay referencias ni testimonios directos.
De lo que sí hay pruebas documentales es de su conocimiento del medio, de que en su proceder se aúnan el conocimiento de un jesuita y la paciencia de un franciscano. De que además de comandante de la producción es un excelente compañero, siempre delicado en momentos tan difíciles como los de los constantes robos de bolsos –a la OSG únicamente le roban los mejores y más destacados profesionales del sector– o el apoyo emocional en momentos de quiebra anímica ante las aparentes dificultades insalvables de tal o cual acontecimiento.
También hay testigos visuales y pruebas documentales de su excelente sinergia con José Manuel Ageitos –regidor y fiel escudero– y de su inquebrantable amistad con Ángeles Cucarella, coordinadora general de todo este tinglado que siempre consigue que ni un pelo se mueva del sitio ni que alma alguna se salga del tiesto.
Son todos ellos los que consiguen que esta cosa tan difícil que son las giras acabe siempre por parecernos todo un paseo.
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