Gira Bilbao Musika:Música 2019
Viajar en autobús de A Coruña a Bilbao es como escalar una sinfonía de Bruckner con un pico y una cuerda mientras que hacerlo en avión es como disfrutar de una suite de danzas más o menos barrocas. Es lo que me comenta nuestro Alejandro Sanz (aquí tenemos nuestra propia versión OSG de famosos como David Villa, Enrique Iglesias o Alejandro Sanz) cuando las horas de viaje te hacían considerar las extremidades inferiores como un estorbo y a pesar de encontrarnos todavía a la altura de Gijón… poco más o menos.
Aunque el viaje en avión tampoco es que suponga un gran ahorro de tiempo, la espera en la facturación, el café antes del embarque, el paso lento por el control en el que prácticamente debes desnudarte ante unos individuos que si te tocan para registrarte lo hacen con guantes, la misma peripecia del embarque con sus preferencias para los niños, los ejecutivos y los bussines class y tal… hacen que uno tenga una percepción del tiempo mucho más benévola.
En cambio, los viajes en autobús requieren una considerable resistencia mental. Una vez ocupas tu asiento, tienes ocasión para reflexionar hasta sobre la mismísima naturaleza del tiempo. Las dos primeras horas son de aceptación resignada: esto va para largo. Pruebas a leer, a ver una serie que, de pronto, te parece una chorrada; a mandar mensajes que tenías atrasados o atascados, a poner al día el correo electrónico del trabajo… Y cuando ya has cumplido con todas estas cosas descubres alarmado que todavía falta media hora para la primera hora de viaje. Es ahí cuando repasas las cosas que has dejado en casa, si los tuyos estarán bien, si les hará falta algo. Después intentas enfocarte en el trabajo que tienes por delante al tiempo que miras a tu alrededor: hay quien lee, quien estudia una partitura y quienes duermen.
Una hora y media más tarde, y tras lamentarte de no tener más pelos de los que tirarte, por fin llegas a la primera de las pausas, en la que cerca de cien personas de piernas entumecidas, hambrientas y sedientas luchan por llamar la atención de un camarero que se revela totalmente incapaz de atender en media hora las demandas de los viajeros de tres autobuses que llegan al mismo tiempo. El camarero entiende entonces que aquello no puede ser más que un breve y pasajero castigo como adelanto a su próxima reencarnación en la que sin duda será un grillo.
Cuando por fin consigues tu café con leche entiendes que todo ese sufrimiento es el mismo tipo de sufrimiento de quien corre por la selva con un enorme yunque entre los brazos perseguido por un león, esperanzado en soltarlo aliviado cuando el felino esté a punto de darle alcance. Y que todo en esta vida consiste en atravesar un canal de sufrimiento para alcanzar esos pequeños destellos de luz en el que tu cerebro aprovecha para celebrar una fiesta.
Media hora más tarde vuelves al autobús. Solo has cubierto un cuarto del viaje. Es entonces cuando las ideas obsesivas comienzan a dar vueltas y vueltas como si bailaran antes de irte: «Dios mío, ¿pero qué es lo que he hecho con mi vida?». Y piensas: «nada, dos horas más y un descanso para otro café con leche».
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Tags: Bilbao, OSG, Sinfónica de Galicia, viaje.
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