No podía un día tan feliz comenzar de una manera tan triste. Si piensas que una gira de conciertos es vivir envuelto en una nube te equivocas de parte a parte, porque la vida que crees dejar al otro lado de la ventana te persigue y siempre acaba por alcanzarte.
En Bilbao el sol reventaba de gozo en las primeras horas de la mañana cuando la vida nos alcanzó con la noticia de la muerte de nuestro querido maestro Jesús López Cobos, en el desayuno más triste que se recuerda en veinticinco años de vida de esta orquesta.
Si ayer escribíamos aquí que una orquesta también son las decenas de voces que la forman tenemos que decir que hoy fuimos todos una única voz en el lamento y la tristeza por la pérdida de quien fue nuestro principal director invitado durante cuatro temporadas y un asiduo del primer atril de la orquesta. Nosotros fuimos “su orquesta”: la que escogió para hacer ópera representada por primera vez en España; él, que había sido durante años director de la Ópera de Berlín y que además era una presencia habitual en las programaciones del Metropolitan de Nueva York, la Ópera de Viena y en tantos de los mejores teatros de ópera del mundo.

Estamos de gira y la Orquesta Sinfónica de Galicia hizo en un día tan triste lo que mejor sabe hacer: interpretar música. Alguien debería llevarle recado a nuestro querido maestro López Cobos que los bravos retumbaron en el Palacio Euskalduna tras la interpretación del Bolero de Ravel. El maestro Andrew Litton levantó, músico a músico, a toda la OSG.