Musika-Música 2018

Más alto, más lejos, más fuerte…

Después de todo una orquesta son decenas de voces que se apagan para ser solo una cuando se enciende la luz de la escena y la sala se queda en penumbra. Porque todo parece indicar que en el escenario una orquesta es un único instrumento… Pero mientras ese instrumento viaja ocho horas al Musika-Música 2018 que organiza la Fundación Bilbao 700 siguen siendo esas decenas de voces cada una de ellas con su propio sistema de creencias, expectativas, deseos y frustraciones. Vamos, seres humanos al fin y al cabo.
Y cada una de esas decenas de voces tiene su propia forma de entender y vivir una gira de conciertos.
Como Juan Ferrer, que me dice que una gira es siempre un estímulo y un acicate para superarse un poco más mientras se envuelve en su desayuno energético que parece un desayuno de olimpiadas: más alto, más lejos, más fuerte…
A Mihai lo que le envuelve es la satisfacción de regresar al Euskalduna y a un festival como el Musica-Musika, donde el nivel de las orquestas es altísimo y en el que volver a participar es todo un privilegio.
Precisamente el nivel del festival es algo que pone en alerta a Stefan Utanu, quien dice que el público es “muy majo” pero muy exigente, porque está acostumbrado a escuchar a muy buenas orquestas. Antes de empezar el viaje habla de la dificultad de varios pasajes de la cuerda en la Sinfonía nº 5 de Shostakóvich que parece saberse ya de pura memoria. En realidad el programa de los tres conciertos “es muy difícil”.

Alejandro tiene sentimientos encontrados ante el inicio de la gira, emparedado entre el agobio de dejar a sus pequeñas enfermas y el alivio que le supone un poco de aire fresco después de unos días difíciles. En esta ocasión este viaje es algo así como un “agolivio”.
Mientras para un par de instrumentistas de cuerda que además son pareja el viaje es casi una diminuta luna de miel, para otros la gira poco más les sirve para cambiar los problemas de sitio.

El ambiente en el bus va cambiando según se desploman las horas: de las animadas conversaciones iniciales sobre conciertos, inminentes casamientos, la ambientación de la Galicia de los ochenta en la serie del momento y de que el movimiento historicista en la intepretación de la música de Beethoven no tiene en cuenta que no escuchamos igual en 2018 que en el siglo XVIII y un poco más allá Enrique Iglesias —sí, el violinista— corrige unas partituras para dar de comer a los pequeñajos de su Orquesta de Niños, a la siesta improvisada tras el almuerzo con algún soplido afinado en si bemol…
Y así pasan las horas cuando a poco más de media hora de llegada a destino no sé ya qué hacer con lo que queda de mi cabeza.

 

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