Parece más una estrella del rock que una figura internacional de la música clásica en cuanto Gustavo Dudamel aparece en medio de un enjambre de periodistas, fotógrafos y cámaras de televisión zumbando a su alrededor con sus clic clic y flashes. Allá donde Dudamel vaya aparece siempre rodeado de una nube de personas que lo orbitan como los planetas al sol, en este caso una especie de sol venezolano de treinta y seis años al que se le abren dos hoyuelos en lo más profundo de sus mejillas cada vez que sonríe.
Llegó como el primer rayo de luz del sol de la mañana el miércoles a eso de las cinco y media de la tarde para una multitudinaria rueda de prensa previa a su primer ensayo con la Sinfónica de Galicia y esa luz fue la que iluminó desde el primer instante al frente de la orquesta en el primer movimiento de la Sinfonía nº 9 de Ludwig van Beethoven.
Gustavo Dudamel entusiasma a los músicos y a todo el personal que trabaja a su alrededor, con ese aire sencillo y cercano y con el entusiasmo y energía que contagia durante los ensayos: aquí los arcos deben trabajar en la punta porque es mucho más suave, el color del acorde no está claro, esa nota de trompa tiene que sonar más brillante, estas tres notas son como la introducción de la marcha fúnebre de Sigfrido, de Wagner, aquí ya está Bruckner…
A los profesores de la Orquesta Sinfónica de Galicia les entusiasma encontrarse con un músico como Dudamel, que trae al trabajo de cada día palabras como amor, tristeza, entusiasmo, alegría… para referirse al sentido que deben tomar las notas, las frases, para construir el mensaje de «paz y amor universal» que es la Novena sinfonía de Beethoven. Es Gustavo Dudamel, esa estrella que te reconcilia con el sentido de la música.
Categories: Gustavo Dudamel, Santiago de Compostela
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