En martes de carnaval y en A Coruña las nueve y media de la mañana podrían ser las diez o las once del día de cualquier día de Año Nuevo: nadie en las calles sobre las que se precipita una lluvia bíblica salvo algunos despistados disfrazados despidiendo la noche y los de la Sinfónica de Galicia acercándose al Palacio de la Ópera para su ensayo de Mahler con Dima Slobodeniouk. La mañana parece propicia  para los ensayos de la última de las seis partes de La canción de la tierra: «Der Abschied» [La despedida], algo así como un resignado fresco orquestal que representa la pérdida de todo lo que se podía tener y de una forma u otra se ha ido ya para siempre: el amor, la esperanza, la vida…

 

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