Son sentimientos encontrados: la felicidad de volver hacer maletas, de preparar esto y aquello, de limpiar el polvo del objetivo de la cámara de fotos y tal, y la depre de La canción de la tierra, que junto con la Sinfonía nº 9 y lo que quedó de la incompleta Sinfonía nº 10 es de las obras más tristes y desoladoras de Gustav Mahler y con permiso de su Sexta, que es más de tirarse de los pelos (se ve que Mahler no era un cascabel de alegría). Pero el caso es que nos vamos todos a Bilbao, al festival Musika-Música 2017, en el que La canción de la tierra hará las delicias de los vendedores de pañuelos el día 3 de marzo en el Palacio Euskalduna, y el día 4 a eso de media mañana interpretaremos la Sinfonía nº 9 de Antonín Dvorák para que el público vea que en esta vida también hay algo de alegría. El festival se dedica a Bohemia y allá vamos con dos compositores bohemos (porque se dice bohemos, los bohemios son los de la absenta y todo eso…). Ya os vamos contando.

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