Pues eso. Que nuestro viaje a Madrid fue el clásico viaje normal… en el que nada es normal. Y como eso acontece en los desplazamientos con espantosa regularidad, pues ya empiezas a estar acostumbrado. El clásico viaje de la OSG en el que Albedrío es un océano. El de Dima Slobodeniouk, nuestro Dima, es el primer vuelo en ser desviado a Lavacolla. Mientras, en nuestra cola en facturación nos las prometemos muy felices. Facturamos maletas y nos vamos a la cafetería, a ese desayuno imprescindible para emprenderla más tarde con Sibelius, Beethoven y Chaikovski. Tras el desplazamiento del desayuno, a salida de equipajes a recoger lo facturado media hora antes: nos vamos a Lavacolla…
Pues lo que decíamos más arriba: el clásico viaje normal en el que nada es normal, con el almuerzo urgente en la cola de embarque, ya en Santiago tras algo más de media hora de autobús, y la digestión mientras las amables azafatas escenifican el improbable suceso de alguna emergencia en el vuelo.
A Madrid llegamos por los pelos, con el escaso tiempo pegado a las maletas. Llegar al hotel y algo menos de media hora para la ducha rápida, el cepillo de dientes y al fin autobús rumbo al Auditorio Nacional de Música.
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